UNA SABROSA LECCIÓN
La
madre miraba a su hijo por el rabillo del ojo y sonreía. Estaba
segura de que la próxima vez, le haría caso sin rechistar. Pedro había
reconocido pronto su error. Ahora comía tan rápido que iba a terminar con el
resto de las cerezas. A este paso le iba a doler la barriga.
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